Algunas reflexiones sobre
neurociencias y patologización.
El impresionante
desarrollo de la investigación en neurociencias de las dos últimas décadas del
siglo XX y los conocimientos obtenidos
en ese campo, produjo sin duda cambios
en la orientación, modelos y paradigmas que orientaron sus propias producciones
y programas. También se reflejaron en nuevas fuentes de financiamiento y el
creciente interés general de la población en sus “descubrimientos”.
La década del 90 fue
declarada por el Congreso de los Estados Unidos, la década del cerebro
proponiéndose a partir de esto, un impulso que cosechó importantes avances en
sus producciones.
Los logros más
importantes de esa década fueron sintetizados por Macadar[1]
del siguiente modo:
1) Reconocimiento de las
características moleculares de macromoléculas de la membrana neuronal
profundizando el conocimiento del funcionamiento y los cambios en dichas
células. La plasticidad neuronal es precisamente la capacidad de cambio del
sistema nervioso por efecto de experiencias durante el desarrollo en base a
modificaciones del programa definido genéticamente. Esta posibilidad plástica
es la que explicaría entre otras cosas
el aprendizaje y la memoria.
2) Profundización en el conocimiento de
la muerte neuronal programada, (apoptosis), y la búsqueda de posibles señales
para su activación e inhibición de
aplicación a la terapéutica de lesiones traumáticas y degenerativas.
3) Producción por síntesis, de cantidad
de moléculas activas, que contribuyeron a la generación de gran cantidad de
nuevos productos farmacológicos, entre los que se destacan en el último tiempo
los psicofármacos.
4) Desarrollo de revolucionarias
técnicas de imagen, utilizadas en la investigación de la atención, la memoria
las emociones, etc.
5) Descubrimiento de la existencia de
células de reserva que pueden dividirse y diferenciarse en neuronas y células
de la glia, con lo que cae una creencia histórica de las neurociencias,
sustentada en la hipótesis de Cajal de que nacemos con un número definido de neuronas y a
partir de allí lo único que puede suceder es que se mueran. Se han realizado
desde el descubrimiento de la reserva de neuroblastos investigaciones
tendientes a identificar factores de activación y de inhibición de la
neurogénesis.
6) A través de técnicas de genética y
biología molecular se descubrieron moléculas que guían la fibra nerviosa
durante el desarrollo comprendiéndose algunos desórdenes y su potencial
reparación
7) El clonaje o identificación de genes para
algunas enfermedades (sobretodo las monogénicas, no siendo igual lo logrado en
las consideradas poligénicas entre las que se encontrarían las enfermedades
mentales).
En coincidencia con lo
anterior un trabajo publicado en el año 2000 e incluido posteriormente en
“Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente” , se destacan los
avances producidos en el conocimiento de la biología molecular de la
enfermedad, pero se destaca también el retraso existente en el ritmo de
progreso en la comprensión de las enfermedades psiquiátricas, que se presume
vinculado a su origen poligenético y la falta de conocimientos neuroanatómicos
fidedignos de las enfermedades mentales: “…no es fácil para la neurociencia
entender aspectos de la biología molecular de la función normal y la
enfermedad, cuya complejidad trasciende a la célula individual implicando a la
fuerza computacional inherente a los grandes sistemas de células que se
encuentran sólo en el cerebro”( Kandel (2007)[2].
En este mismo texto se definen los que se consideran los retos para el futuro,
destacándose centralmente el de la comprensión de la conciencia. Dificultad que
no es nueva en la ciencia y para la que en distintos momentos históricos se
construyeron teorías y diferentes ideas que intentaron cubrir esta grieta que
no cesa de producirse.
Las novedades e implicancias que los
conocimientos aportados por la investigación en neurociencias parecían tener en la comprensión de los
problemas en el desarrollo infantil y sus posibles aplicaciones en el campo de
la clínica y la educación no permitían avizorar inicialmente su inmediata
utilización como renovados fundamentos de recrudecidos reduccionismos.
La noción de plasticidad neuronal y su aplicación a la comprensión del
proceso de neurodesarrollo, fue uno de los conceptos nodales. Implicó cambios
en la concepción de la maduración, estructura y funcionamiento del sistema
nervioso en su intercambio con el entorno, pero además puso en cuestión los
modelos de pensamiento de la biología en su conjunto.
También la secuenciación del genoma humano producía por entonces la
caída de cierta ilusión de encontrar allí todas las respuesta al constatar que
nuestro genoma se diferencia muy poco del ratón y que todas las diferencias
heredadas entre dos individuos de una especie
residen solamente en el 0,1% de la secuencia.
El mensaje genético se va desplegando paulatinamente y distintos genes
van armando el rompecabezas, permitiendo unos desarrollos y otros no. Los genes
no sólo son influidos por otros genes y sus productos, sino también por informaciones que reciben de otras
células y de los estímulos externos, por lo que éstos pueden inhibir o
facilitar la expresión de los genes.
A partir de la comprensión de que la maduración del sistema nervioso
implica complejidades difíciles de abordar con un modelo mecanicista, parecía
que toda explicación que asentara sobre determinismos y causalidades lineales
estaba herida de muerte.
Nacemos con casi el doble de neuronas de las necesarias para el
funcionamiento más o menos completo del sistema nervioso, el que resulta
ser finalmente posible como resultado de una compleja y particular
articulación entre información genética disponible, producción de ciertas
secuencia de eventos, (neurogénesis, diferenciación, sinaptogénesis, también muerte
neuronal programada, por nombrar apenas algunos de los procesos implicados),
imposible de concretarse sin señales del entorno de mayor o menor
especificidad. Tales señales podrán llegar a ser efectivas si superan cierto
umbral. Dicho umbral sería regulado a
partir de influencias del entorno, necesarias para la diferenciación de núcleos
cerebrales específicos. Según algunas investigaciones esto último dependería de
los intercambios iniciales con la madre o
el cuidador principal [3]
La
importancia que adquirieron a partir de las investigaciones mencionadas las
experiencias de los primeros años de la vida planteó puntos de encuentro con cuestiones
anticipadas por el psicoanálisis en relación a la constitución subjetiva.
Los genes, la nutrición, pero también los cuidados de la madre, el
armado de ciertos ritmos biológicos bajo la influencia de estos cuidados, lo
que se le dice, las enfermedades y los
accidentes, pero también la manera de sostenerlo y de mostrarlo, lo que se le ofrezca
así como lo que se le pida, pequeños actos cotidianos que le van diciendo lo
que se espera y se sueña para él, al tiempo que lo instalan en una sociedad
determinada, van armando el cerebro del niño al tiempo que se establecen los
elementos fundantes de la construcción del aparato psíquico.[4]
Se podía entonces comenzar a explicar de qué modo distintas situaciones podrían facilitar o
entorpecer desde la vida intrauterina el proceso de maduración cerebral. Dicho proceso
ya no se entendería como algo determinado al nacer, sino en todo caso, como una
construcción que se extiende además mucho más allá del nacimiento, si bien es
mucho más activo y sensible en los primeros años.
La plasticidad cerebral intensa,
que se evidencia en estas etapas iniciales de la vida, se constata tanto en
situaciones de “normalidad”, como de enfermedad o lesión cerebral,
posibilitando o también a veces obturando caminos alternativos que permitan la
compensación o la recuperación lesional.
El descubrimiento de la plasticidad del sistema nervioso,
se evidencia en sus modalidades de construcción, maduración y funcionamiento
pero también en las particulares formas de reaccionar a la noxa, enfermarse e
inclusive recuperarse, y que nos permite afirmar que finalmente, no hay dos
cerebros iguales, sacudió de alguna manera los modelos de pensamiento de la
medicina científica clásica.
Joseph Lebeer en un artículo publicado en
Developmental Medicine & Child[5]
Neurology, titulado: ¿Cuánto cerebro
necesita una mente? Implicancias científicas, clínicas y educativas de la eco-neuroplasticidad,
mostraba a través de la presentación de numerosos casos clínicos, pacientes
portadores de cerebros con importantes defectos (hidrocefalia, porencefalia),
la posibilidad de mantener su capacidad funcional y de aprendizaje, evidenciando
las posibilidades del cerebro en la compensación de la pérdida incluso de áreas
extensas, lo que se mostraba mucho más
notable en el individuo joven.
El mencionado autor cuestionaba en este artículo las
predicciones y afirmaba la dificultad para establecer relaciones causales entre
anormalidades tempranas y disfunciones subsecuentes, habiendo sido este el
obstáculo que hallaron numerosos estudios prospectivos en los que se quiso
establecer indicadores del pronóstico funcional.
Afirmaba que el problema de la predicción es que está
basada en una concepción mecanicista del funcionamiento humano. Proponía pensar
el organismo humano como un sistema disipativo, aplicando el concepto propuesto
por Prigogine, que definió a tales sistemas complejos y abiertos, como
“impredecibles”.
Lebeer planteaba también
que la capacidad humana de recuperación evidencia un alto grado de
impredictibilidad y marca la necesidad de continuar investigando las
condiciones promotoras de neuroplasticidad.
Parecía derribarse entonces también la idea antes sostenida de
paralelismo y causalidad unívocos entre la magnitud de una lesión y la pérdida
o alteración funcional resultante.
Los conocimientos generados desde la investigación del
sistema nervioso venían ahora a aportar sustento a la necesaria superación del reduccionismo
biologista en la comprensión de la “vida humana”.
Desde el psicoanálisis Luis Horstein fue uno de los autores
que tomó estos nuevos modelos de la ciencia para pensar la subjetividad: “Para
la ciencia actual, el azar y las leyes no se contradicen a la hora de describir
la complejidad del mundo. Colaboran alternando su protagonismo: las leyes, en
forma constante; el azar de manera puntual. Freud al enfrentarse con la
alternativa determinismo y azar, postuló las series complementarias”. Propone
Hornstein considerar el psiquismo con el modelo de las estructuras disipativas.
Refiriendo conceptos de Atlan, afirma: “Lo psíquico se sitúa entre el “cristal”
y el “humo” en tanto tiene una estructura determinada, pero puede modificarse y
adquirir nuevas propiedades”. El cristal es el modelo de redundancia, de la
repetición rígida y el humo es la metáfora de la variedad, de la
imprevisibilidad. (Hornstein, 1998).
¿Como soportar la incertidumbre?
“Si nuestro mundo tuviera que ser entendido
sobre la base del modelo de los
sistemas estables, no
tendría nada en común con el mundo que nos rodea: sería un mundo estático y predecible, pero no estaríamos allí para formular las predicciones.
En el mundo que es nuestro descubrimos fluctuaciones, bifurcaciones e inestabilidades en todos los niveles. Los sistemas estables conducentes a certidumbres corresponden a idealizaciones, aproximaciones”
Ilya Prigogine. El Fin de las certidumbres
tendría nada en común con el mundo que nos rodea: sería un mundo estático y predecible, pero no estaríamos allí para formular las predicciones.
En el mundo que es nuestro descubrimos fluctuaciones, bifurcaciones e inestabilidades en todos los niveles. Los sistemas estables conducentes a certidumbres corresponden a idealizaciones, aproximaciones”
Ilya Prigogine. El Fin de las certidumbres
En momentos en que la
ciencia se cuestiona a sí misma, proponiendo nuevos paradigmas y en las
neurociencias adquiere notable desarrollo la investigación en torno a la complejidad del sistema nervioso,
asistimos al uso extendido en la infancia, de las categorizaciones
psicopatológicas del DSM. Esta práctica
cada vez más generalizada aparece
validada por su pretendido sustento en “razones de la ciencia”. De este modo
queda reducido el sufrimiento a categorías nosográficas, justificado el uso de
terapéuticas psicofarmacológicas desde edades cada vez más tempranas, (cuando
aún se desconocen por ejemplo, sus efectos sobre la neuroplasticidad) y se
elimina la implicancia que cualquier relación humana pudiera tener en un niño.
Los
científicos en comunicaciones individuales de sus investigaciones explicitan
reiteradamente, la provisoriedad de sus conclusiones y reconocen el arbitrario
reduccionismo que necesitan producir al intentar la comprensión de los
complejos fenómenos de la biología, viéndose forzados en general, a partir del
análisis de unidades mínimas, lo que
conduciría a intentar luego la comprensión de lo complejo en un modelo de abajo
arriba. Este es a la vez un argumento
reiteradamente esgrimido como causante de las dificultades para la comprensión de
“la mente”.
Pero el
dispositivo de la ciencia finalmente no soporta
oquedades e incertidumbres y se producen allí inevitablemente otras ideas que vienen a
suturar esta herida.
Insisto con retomar algunas referencias a la investigación en
neurociencia, sus aportes e interrogantes, así como las ideas, expectativas y
proyecciones de la investigación futura, porque me parece muy interesante su
lectura en búsqueda de algunas claves para comprender como se han impuesto
concepciones excluyentemente biológicas, del sufrimiento psíquico y su urgente
extensión al campo de la infancia.
El descubrimiento de la compleja red de cuestiones
genéticas y medioambientales que intervienen en el armado madurativo del
sistema nervioso y su funcionamiento, la importancia de las experiencias y
relaciones tempranas, los intrincados mecanismos que condicionan las
modalidades de lesión y recuperación, no parecen conducir fácilmente a la
claudicación de un modelo de pensamiento hegemónico.
Las neurociencias
producen ideas que suplementan los
resultados científicos y autorizan a
utilizar los citados nuevos conocimientos como reforzados basamentos para
profundizar posiciones que finalmente excluyen la infancia.
Corro el riesgo en este
apartado, de retomar cuestiones que parecieran corresponder a una discusión de
la década pasada, sospechosamente silenciada por el fárrago de novedades que
con velocidad mediática se superponen y nos dan poco espacio como para
destacar cuestiones no menores, como la
paulatina sustitución del nombre de psiquiatría por el de neurociencia.
"Antes,
cuando la religión era fuerte y la ciencia débil, el hombre confundía la magia
con la medicina; ahora que la religión es débil y la ciencia fuerte, el hombre
confunde a la medicina con la magia".Thomas Szasz
Continuemos entonces un
poco más con algunas afirmaciones que se desprenden de la lectura de textos de investigadores muy importantes y
que a su vez han sido centrales en la
comprensión de la concepción actual del sistema nervioso y en la búsqueda de la
“explicación científica de la vida psíquica y la enfermedad mental” con
especial interés incluso por incorporar algún aporte del psicoanálisis. En este
sentido me resultaron de especial interés algunas proyecciones que Eric Kandel
presentó en el discurso de graduación en la Columbia University Collage of
Physician and Surgeons un año después de recibir el Premio Nobel de Medicina [6].
En ese texto se ubica la
ruptura definitiva entre religión y ciencia
a partir de la idea planteada por Darwin de que los humanos y otros
animales son el resultado de cambios evolutivos producidos por selección
natural, basado en variaciones heredadas de otros antepasados animales.
La necesidad de dar
sustento a esta idea, inaugura un campo de investigaciones que dan frutos recién
al comienzo del siglo XX con la localización de la información que se trasmite
a la descendencia a nivel de los genes y décadas después el descubriento de la
molécula del ADN. Posteriormente con la descripción del código genético
organizado en la secuencia de bases del ADN, se anticipó la que culminaría en
el logro de la secuenciación del genoma humano. Finalmente se produjo el
conocimiento de cambios de base única o polimorfismos de nucleótido único, que
se presume podrán explicar las pequeñas diferencias entre los genomas
individuales que se consideran hoy fundamentales para comprender la enfermedad
y predecir la predisposición a la misma
Las consecuencias más
promisorias que en este texto se
avizoran, planteadas como una “ revolución genómica”, son las que se refieren a la posibilidad de
que las nuevas generaciones de médicos estarán en condiciones de brindar a sus
pacientes una atención con diagnósticos y tratamientos más individualizados:
“Servirá para disminuir la incertidumbre en el manejo de la enfermedad”[7](
Kandel, 2001). Continúa afirmando, más adelante en esta exposición, que la
inclusión del genoma en la historia clínica individual permitirá contar con la
posibilidad de determinar riesgos y
también anticipar la efectividad de cada terapéutica e incluso la modalidad de
aceptación de diferentes fármacos y el cálculo de efectos adversos, lo que
posibilitará a la industria farmacéutica producir drogas que se adapten a las necesidades del paciente individual.
Permítanme una última
cita textual: “Este conocimiento de la singularidad
biológica de nuestros pacientes alterará todos los aspectos de la medicina. Actualmente
en los recién nacidos se hace un cribaje sólo de las enfermedades genéticas
tratables, como la fenilcetonuria. Quizás en un futuro no tan lejano, se
identificará a los niños con riesgo de coronariopatías, enfermedad de Alzheimer
o esclerosis múltiple, y se los tratará para prevenir los cambios que ocurren
más tarde en la vida.”[8](El
destacado pertenece al texto original)
En otros párrafos se
sostiene la idea de que los conocimientos definidos como la base biológica de
la singularidad, nos acercarían a descubrir el “último gran misterio” de la
ciencia, la naturaleza de la mente humana, cuestión que parece accesible
próximamente con la combinación de genómica y neuroimágenes.
Conocimientos como los de las neurociencias, que parecen
subvertir las bases mismas de toda la conceptualización previa de la biología,
que cuestionan determinismos lineales y
modelos maquinales y cibernéticos del cuerpo y el cerebro pueden ser
objeto de otras vías metabólicas, por la acción
de cierta enzima ideológica que permite la producción de ideas y
prácticas que parecen desmentirlas.
La
singularidad de lo humano aparece claramente como una de las fuentes de
incertidumbre que la ciencia trata a la vez permanentemente de excluir/
incluyéndola. Subsumido lo singular en lo individual que
se explica excluyentemente por automatismos biológicos, podemos entender por
ejemplo la reducción de una madre a un sistema complejo de estímulos y
anonimizar sus acciones como señales efectivas para la diferenciación celular. “La ideología de las neurociencias se esmera
por liberar al cuerpo de los inconvenientes del deseo. De alguna manera, vienen
a probar que la sutura de la ciencia está bien fundada, es decir, que todo
sujeto se define por determinismos orgánicos” ( Pommier)[9]
La
biologización de la vida humana, produce una conversión de problemáticas sociales a problemas individuales. “Las neurociencias se han vuelto la ideología práctica del
posmodernismo y el liberalismo. El orden de la sociedad tal como es, se
encuentra justificado cuando el carácter social del hombre se anula en lo
orgánico.” [10]
Finalmente
se elude toda referencia al sufrimiento, ¿Será que éste es para la ciencia, como diría Francis Click: “una
hipótesis innecesaria”? [11] Sin embargo esta exclusión se
reitera en el discurso dominante de la medicina con pesadas consecuencias
también para los médicos que cotidianamente nos encuentramos inermes ante el
dolor de los pacientes, favoreciendo la instalación creciente de un modelo de atención tecno-burocrático, que
aleja cada vez más al médico de su función.
Es entonces en clave de ideología que podemos entender que
se afirmen como evidencias desde “bases científicas”, el origen neurobiológico
excluyente de los llamados ADD-ADHA o de los
“trastornos del espectro autista”, se convaliden científicamente
metodologías diagnósticas y tratamientos que carecen de suficiente sustento en
la propia ciencia e incluso se aconsejen políticas de masivo cribaje para
enfermedades escasamente definidas y para las que no se cuenta con tratamientos
cuya validez haya podido ser demostrada[12].
Bibliografía
-Althusser L.: Ideología y aparatos ideológicos
del estado.Nueva Visión. Bs.As. 1970
-Caletti,S; Romé, N ( comp) : La Intervención de Althuser. Revisiones y
debates. Prometeolibros. Bs.As 2011.
- Kandel, E: Psiquiatría, psicoanálisis y la
nueva biología de la mente, GrupoArsXXI de Comunicaciones. Barcelona,2007
-Lacan, J: Intervenciones y
textos.1. Manantial. Bs.As.1986
- Macadar, O: La neurociencia después de la
década del cerebro. (2001)
-Pommier, G: Como las neurociencias demuestran el
psicoanálisis.LetraViva.BsAs 2010
-Prigogine,I:El fin de las certidumbres, Ed Andres Bello, 1998
*Artículo publicado en Actualidad Psicológica:
Psicopatologización de la Infancia .
N° 416-
Marzo 2013
[2] Albrigh, T;
Jessell, T; Kandel, E; Posner, M: Neurociencia. Un siglo de progreso y
misterios que aún perduran. En Kandel, E: Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva
biología de la mente, GrupoArsXXI de Comunicaciones. Barcelona ,2007
[3] Ver: Cirulli F, Berry A and Alleva E.: Early disruption of
mather-infant relationship. Effect
on brain plasticity and implications for psycopathology. (2005)
[4] El psicoanálisis introduce
formalizaciones conceptuales que dan cuenta de la necesariedad (en un sentido
lógico) que tiene la presencia encarnada, de un agente materno; el ordenamiento
simbólico que introduce la función paterna
para todo humano; la articulación de un tiempo lógico con un tiempo
cronológico, para pensar la constitución de un sujeto de deseo.
[5] Joseph Lebeer MD
PhD. Centre of General Medicine, Department of Medicine, Project Learning
Enhancement. Universidad of
Antweerp. Belgium Developmental Medicine & Child Neurology, 1998:40
(352-357)
[6] Kandel, E:
Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente, GrupoArsXXI de
Comunicaciones. Barcelona,2007
[10] Ob.cit.
[11]Ver al respecto: Macadar O. “La neurociencia después de la década del
cerebro”
[12] Al respecto sugiero leer: Mona
Al-Qabandi, Jan Willem Gorter and Peter Rosenbaum: Early Autism Detection: Are
We Ready for RoutineScreening? PEDIATRICS Volume 128, Number 1, July 2011
Downloaded
from pediatrics.aappublications.org
Pediatrics; originally
published online June 13, 2011