miércoles, 13 de noviembre de 2013

"Esperanzas y desesperanzas" por María A. Terzaghi

      
 Algunas reflexiones sobre neurociencias y patologización.

El impresionante desarrollo de la investigación en neurociencias de las dos últimas décadas del siglo XX  y los conocimientos obtenidos en ese campo,  produjo sin duda cambios en la orientación, modelos y paradigmas que orientaron sus propias producciones y programas. También se reflejaron en nuevas fuentes de financiamiento y el creciente interés general de la población en sus “descubrimientos”.
La década del 90 fue declarada por el Congreso de los Estados Unidos, la década del cerebro proponiéndose a partir de esto, un impulso que cosechó importantes avances en sus producciones.
Los logros más importantes de esa década fueron sintetizados por Macadar[1] del siguiente modo:
1)      Reconocimiento de las características moleculares de macromoléculas de la membrana neuronal profundizando el conocimiento del funcionamiento y los cambios en dichas células. La plasticidad neuronal es precisamente la capacidad de cambio del sistema nervioso por efecto de experiencias durante el desarrollo en base a modificaciones del programa definido genéticamente. Esta posibilidad plástica es la que explicaría  entre otras cosas el aprendizaje y la memoria.
2)      Profundización en el conocimiento de la muerte neuronal programada, (apoptosis), y la búsqueda de posibles señales para su activación e inhibición de  aplicación a la terapéutica de lesiones traumáticas y degenerativas.
3)      Producción por síntesis, de cantidad de moléculas activas, que contribuyeron a la generación de gran cantidad de nuevos productos farmacológicos, entre los que se destacan en el último tiempo los psicofármacos.
4)      Desarrollo de revolucionarias técnicas de imagen, utilizadas en la investigación de la atención, la memoria las emociones, etc.
5)      Descubrimiento de la existencia de células de reserva que pueden dividirse y diferenciarse en neuronas y células de la glia, con lo que cae una creencia histórica de las neurociencias, sustentada en la hipótesis de Cajal de que  nacemos con un número definido de neuronas y a partir de allí lo único que puede suceder es que se mueran. Se han realizado desde el descubrimiento de la reserva de neuroblastos investigaciones tendientes a identificar factores de activación y de inhibición de la neurogénesis.
6)      A través de técnicas de genética y biología molecular se descubrieron moléculas que guían la fibra nerviosa durante el desarrollo comprendiéndose algunos desórdenes y su potencial reparación
7)       El clonaje o identificación de genes para algunas enfermedades (sobretodo las monogénicas, no siendo igual lo logrado en las consideradas poligénicas entre las que se encontrarían las enfermedades mentales).
En coincidencia con lo anterior un trabajo publicado en el año 2000 e incluido posteriormente en “Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente” , se destacan los avances producidos en el conocimiento de la biología molecular de la enfermedad, pero se destaca también el retraso existente en el ritmo de progreso en la comprensión de las enfermedades psiquiátricas, que se presume vinculado a su origen poligenético y la falta de conocimientos neuroanatómicos fidedignos de las enfermedades mentales: “…no es fácil para la neurociencia entender aspectos de la biología molecular de la función normal y la enfermedad, cuya complejidad trasciende a la célula individual implicando a la fuerza computacional inherente a los grandes sistemas de células que se encuentran sólo en el cerebro”( Kandel (2007)[2]. En este mismo texto se definen los que se consideran los retos para el futuro, destacándose centralmente el de la comprensión de la conciencia. Dificultad que no es nueva en la ciencia y para la que en distintos momentos históricos se construyeron teorías y diferentes ideas que intentaron cubrir esta grieta que no cesa de producirse.
Las novedades e implicancias que los conocimientos aportados por la investigación en neurociencias  parecían tener en la comprensión de los problemas en el desarrollo infantil y sus posibles aplicaciones en el campo de la clínica y la educación no permitían avizorar inicialmente su inmediata utilización como renovados fundamentos de recrudecidos reduccionismos.
La noción de plasticidad neuronal y su aplicación a la comprensión del proceso de neurodesarrollo, fue uno de los conceptos nodales. Implicó cambios en la concepción de la maduración, estructura y funcionamiento del sistema nervioso en su intercambio con el entorno, pero además puso en cuestión los modelos de pensamiento de la biología en su conjunto. 
También la secuenciación del genoma humano producía por entonces la caída de cierta ilusión de encontrar allí todas las respuesta al constatar que nuestro genoma se diferencia muy poco del ratón y que todas las diferencias heredadas entre dos individuos de  una especie residen solamente en el 0,1% de la secuencia.
El mensaje genético se va desplegando paulatinamente y distintos genes van armando el rompecabezas, permitiendo unos desarrollos y otros no. Los genes no sólo son influidos por otros genes y sus productos, sino también  por informaciones que reciben de otras células y de los estímulos externos, por lo que éstos pueden inhibir o facilitar la expresión de los genes.
A partir de la comprensión de que la maduración del sistema nervioso implica complejidades difíciles de abordar con un modelo mecanicista, parecía que toda explicación que asentara sobre determinismos y causalidades lineales estaba herida de muerte.
Nacemos con casi el doble de neuronas de las necesarias para el funcionamiento más o menos completo del sistema nervioso, el que  resulta  ser finalmente posible como resultado de una compleja y particular articulación entre información genética disponible, producción de ciertas secuencia de eventos, (neurogénesis, diferenciación, sinaptogénesis, también muerte neuronal programada, por nombrar apenas algunos de los procesos implicados), imposible de concretarse sin señales del entorno de mayor o menor especificidad. Tales señales podrán llegar a ser efectivas si superan cierto umbral.  Dicho umbral sería regulado a partir de influencias del entorno, necesarias para la diferenciación de núcleos cerebrales específicos. Según algunas investigaciones esto último dependería de los intercambios iniciales con la madre o  el cuidador principal [3]
La importancia que adquirieron a partir de las investigaciones mencionadas las experiencias de los primeros años de la vida planteó  puntos de encuentro con cuestiones anticipadas por el psicoanálisis en relación a la constitución subjetiva.
Los genes, la nutrición,  pero también los cuidados de la madre, el armado de ciertos ritmos biológicos bajo la influencia de estos cuidados, lo que se le dice, las enfermedades y  los accidentes, pero también la manera de sostenerlo y de mostrarlo, lo que se le ofrezca así como lo que se le pida, pequeños actos cotidianos que le van diciendo lo que se espera y se sueña para él, al tiempo que lo instalan en una sociedad determinada, van armando el cerebro del niño al tiempo que se establecen los elementos fundantes de la construcción del aparato psíquico.[4]
Se podía entonces comenzar a explicar de qué modo distintas situaciones podrían facilitar o entorpecer desde la vida intrauterina el proceso de maduración cerebral. Dicho proceso ya no se entendería como algo determinado al nacer, sino en todo caso, como una construcción que se extiende además mucho más allá del nacimiento, si bien es mucho más activo y sensible en los primeros años.
La plasticidad cerebral intensa, que se evidencia en estas etapas iniciales de la vida, se constata tanto en situaciones de “normalidad”, como de enfermedad o lesión cerebral, posibilitando o también a veces obturando caminos alternativos que permitan la compensación o la recuperación lesional.
El descubrimiento de la plasticidad del sistema nervioso, se evidencia en sus modalidades de construcción, maduración y funcionamiento pero también en las particulares formas de reaccionar a la noxa, enfermarse e inclusive recuperarse, y que nos permite afirmar que finalmente, no hay dos cerebros iguales, sacudió de alguna manera los modelos de pensamiento de la medicina científica clásica.
 Joseph  Lebeer en un artículo publicado en Developmental Medicine & Child[5] Neurology, titulado: ¿Cuánto cerebro necesita una mente? Implicancias científicas, clínicas y educativas de la eco-neuroplasticidad, mostraba a través de la presentación de numerosos casos clínicos, pacientes portadores de cerebros con importantes defectos (hidrocefalia, porencefalia), la posibilidad de mantener su capacidad funcional y de aprendizaje, evidenciando las posibilidades del cerebro en la compensación de la pérdida incluso de áreas extensas, lo que se mostraba  mucho más notable en el individuo joven.
El mencionado autor cuestionaba en este artículo las predicciones y afirmaba la dificultad para establecer relaciones causales entre anormalidades tempranas y disfunciones subsecuentes, habiendo sido este el obstáculo que hallaron numerosos estudios prospectivos en los que se quiso establecer indicadores del pronóstico funcional.
Afirmaba que el problema de la predicción es que está basada en una concepción mecanicista del funcionamiento humano. Proponía pensar el organismo humano como un sistema disipativo, aplicando el concepto propuesto por Prigogine, que definió a tales sistemas complejos y abiertos, como “impredecibles”.
Lebeer planteaba también  que la capacidad humana de recuperación evidencia un alto grado de impredictibilidad y marca la necesidad de continuar investigando las condiciones promotoras de neuroplasticidad.  Parecía derribarse entonces también la idea antes sostenida de paralelismo y causalidad unívocos entre la magnitud de una lesión y la pérdida o alteración funcional resultante.
Los conocimientos generados desde la investigación del sistema nervioso venían ahora a aportar sustento a la necesaria superación del reduccionismo biologista en la comprensión de la “vida humana”.
Desde el psicoanálisis Luis Horstein fue uno de los autores que tomó estos nuevos modelos de la ciencia para pensar la subjetividad: “Para la ciencia actual, el azar y las leyes no se contradicen a la hora de describir la complejidad del mundo. Colaboran alternando su protagonismo: las leyes, en forma constante; el azar de manera puntual. Freud al enfrentarse con la alternativa determinismo y azar, postuló las series complementarias”. Propone Hornstein considerar el psiquismo con el modelo de las estructuras disipativas. Refiriendo conceptos de Atlan, afirma: “Lo psíquico se sitúa entre el “cristal” y el “humo” en tanto tiene una estructura determinada, pero puede modificarse y adquirir nuevas propiedades”. El cristal es el modelo de redundancia, de la repetición rígida y el humo es la metáfora de la variedad, de la imprevisibilidad. (Hornstein, 1998).

¿Como soportar la incertidumbre?
“Si nuestro mundo tuviera que ser entendido sobre la base del modelo de los sistemas estables, no
tendría nada en común con el mundo que nos rodea: sería un mundo estático y predecible, pero no estaríamos allí para formular las predicciones.
En el mundo que es nuestro descubrimos fluctuaciones, bifurcaciones e inestabilidades en todos los niveles. Los sistemas estables conducentes a certidumbres corresponden a idealizaciones, aproximaciones”
Ilya Prigogine. El Fin de las certidumbres

En momentos en que la ciencia se cuestiona a sí misma, proponiendo nuevos paradigmas y en las neurociencias adquiere notable desarrollo la investigación en torno a  la complejidad del sistema nervioso, asistimos al uso extendido en la infancia, de las categorizaciones psicopatológicas del DSM.  Esta práctica cada vez más generalizada  aparece validada por su pretendido sustento en “razones de la ciencia”. De este modo queda reducido el sufrimiento a categorías nosográficas, justificado el uso de terapéuticas psicofarmacológicas desde edades cada vez más tempranas, (cuando aún se desconocen por ejemplo, sus efectos sobre la neuroplasticidad) y se elimina la implicancia que cualquier relación humana pudiera tener en un niño.
Los científicos en comunicaciones individuales de sus investigaciones explicitan reiteradamente, la provisoriedad de sus conclusiones y reconocen el arbitrario reduccionismo que necesitan producir al intentar la comprensión de los complejos fenómenos de la biología, viéndose forzados en general, a partir del análisis de  unidades mínimas, lo que conduciría a intentar luego la comprensión de lo complejo en un modelo de abajo arriba. Este es a la vez  un argumento reiteradamente esgrimido como causante de las dificultades para la comprensión de “la mente”.
Pero el dispositivo de la ciencia finalmente no soporta  oquedades e incertidumbres y se producen allí  inevitablemente otras ideas que vienen a suturar esta herida.
Insisto con retomar algunas referencias a la investigación en neurociencia, sus aportes e interrogantes, así como las ideas, expectativas y proyecciones de la investigación futura, porque me parece muy interesante su lectura en búsqueda de algunas claves para comprender como se han impuesto concepciones excluyentemente biológicas, del sufrimiento psíquico y su urgente extensión al campo de la infancia.
El descubrimiento de la compleja red de cuestiones genéticas y medioambientales que intervienen en el armado madurativo del sistema nervioso y su funcionamiento, la importancia de las experiencias y relaciones tempranas, los intrincados mecanismos que condicionan las modalidades de lesión y recuperación, no parecen conducir fácilmente a la claudicación de un modelo de pensamiento hegemónico.
 Las neurociencias producen ideas que  suplementan los resultados científicos y autorizan  a utilizar los citados nuevos conocimientos como reforzados basamentos para profundizar posiciones que finalmente excluyen la infancia.
Corro el riesgo en este apartado, de retomar cuestiones que parecieran corresponder a una discusión de la década pasada, sospechosamente silenciada por el fárrago de novedades que con velocidad mediática se superponen y nos dan poco espacio como para destacar  cuestiones no menores, como la paulatina sustitución del nombre de psiquiatría por el de neurociencia.

                                     "Antes, cuando la religión era fuerte y la ciencia débil, el hombre confundía la magia con la medicina; ahora que la religión es débil y la ciencia fuerte, el hombre confunde a la medicina con la magia".Thomas Szasz


Continuemos entonces un poco más con algunas afirmaciones que se desprenden de la lectura de  textos de investigadores muy importantes y que  a su vez han sido centrales en la comprensión de la concepción actual del sistema nervioso y en la búsqueda de la “explicación científica de la vida psíquica y la enfermedad mental” con especial interés incluso por incorporar algún aporte del psicoanálisis. En este sentido me resultaron de especial interés algunas proyecciones que Eric Kandel presentó en el discurso de graduación en la Columbia University Collage of Physician and Surgeons un año después de recibir el Premio Nobel de Medicina [6].
En ese texto se ubica la ruptura definitiva entre religión y ciencia  a partir de la idea planteada por Darwin de que los humanos y otros animales son el resultado de cambios evolutivos producidos por selección natural, basado en variaciones heredadas de otros antepasados animales.
La necesidad de dar sustento a esta idea, inaugura un campo de investigaciones que dan frutos recién al comienzo del siglo XX con la localización de la información que se trasmite a la descendencia a nivel de los genes y décadas después el descubriento de la molécula del ADN. Posteriormente con la descripción del código genético organizado en la secuencia de bases del ADN, se anticipó la que culminaría en el logro de la secuenciación del genoma humano. Finalmente se produjo el conocimiento de cambios de base única o polimorfismos de nucleótido único, que se presume podrán explicar las pequeñas diferencias entre los genomas individuales que se consideran hoy fundamentales para comprender la enfermedad y predecir la predisposición a la misma
Las consecuencias más promisorias  que en este texto se avizoran, planteadas como una “ revolución genómica”,  son las que se refieren a la posibilidad de que las nuevas generaciones de médicos estarán en condiciones de brindar a sus pacientes una atención con diagnósticos y tratamientos más individualizados: “Servirá para disminuir la incertidumbre en el manejo de la enfermedad”[7]( Kandel, 2001). Continúa afirmando, más adelante en esta exposición, que la inclusión del genoma en la historia clínica individual permitirá contar con la posibilidad de determinar  riesgos y también anticipar la efectividad de cada terapéutica e incluso la modalidad de aceptación de diferentes fármacos y el cálculo de efectos adversos, lo que posibilitará a la industria farmacéutica producir drogas que se adapten  a las necesidades del paciente individual.
Permítanme una última cita textual: “Este conocimiento de la singularidad biológica de nuestros pacientes alterará todos los aspectos de la medicina. Actualmente en los recién nacidos se hace un cribaje sólo de las enfermedades genéticas tratables, como la fenilcetonuria. Quizás en un futuro no tan lejano, se identificará a los niños con riesgo de coronariopatías, enfermedad de Alzheimer o esclerosis múltiple, y se los tratará para prevenir los cambios que ocurren más tarde en la vida.”[8](El destacado pertenece al texto original)
En otros párrafos se sostiene la idea de que los conocimientos definidos como la base biológica de la singularidad, nos acercarían a descubrir el “último gran misterio” de la ciencia, la naturaleza de la mente humana, cuestión que parece accesible próximamente con la combinación de genómica y neuroimágenes.
Conocimientos como los de las neurociencias, que parecen subvertir las bases mismas de toda la conceptualización previa de la biología, que cuestionan  determinismos lineales  y  modelos maquinales y cibernéticos del cuerpo y el cerebro pueden ser objeto de otras vías metabólicas, por la acción  de cierta enzima ideológica que permite la producción de ideas y prácticas que parecen desmentirlas.
La singularidad de lo humano aparece claramente como una de las fuentes de incertidumbre que la ciencia trata a la vez permanentemente de excluir/ incluyéndola. Subsumido lo singular en lo individual que se explica excluyentemente por automatismos biológicos, podemos entender por ejemplo la reducción de una madre a un sistema complejo de estímulos y anonimizar sus acciones como señales efectivas para la diferenciación celular.  “La ideología de las neurociencias se esmera por liberar al cuerpo de los inconvenientes del deseo. De alguna manera, vienen a probar que la sutura de la ciencia está bien fundada, es decir, que todo sujeto se define por determinismos orgánicos” ( Pommier)[9]
La biologización de la vida humana, produce una conversión de  problemáticas sociales a problemas individuales. “Las neurociencias se han vuelto la ideología práctica del posmodernismo y el liberalismo. El orden de la sociedad tal como es, se encuentra justificado cuando el carácter social del hombre se anula en lo orgánico.” [10]
Finalmente se elude toda referencia al sufrimiento, ¿Será que éste es para la ciencia, como diría Francis Click: “una hipótesis innecesaria”? [11] Sin embargo esta exclusión se reitera en el discurso dominante de la medicina con pesadas consecuencias también para los médicos que cotidianamente nos encuentramos inermes ante el dolor de los pacientes, favoreciendo la instalación creciente de un modelo de atención tecno-burocrático, que aleja cada vez más al médico de su función.
Es entonces en clave de ideología que podemos entender que se afirmen como evidencias desde “bases científicas”, el origen neurobiológico excluyente de los llamados ADD-ADHA o de los  “trastornos del espectro autista”, se convaliden científicamente metodologías diagnósticas y tratamientos que carecen de suficiente sustento en la propia ciencia e incluso se aconsejen políticas de masivo cribaje para enfermedades escasamente definidas y para las que no se cuenta con tratamientos cuya validez haya podido ser demostrada[12].

Bibliografía
-Althusser L.: Ideología y aparatos ideológicos del estado.Nueva Visión. Bs.As. 1970
-Caletti,S; Romé, N ( comp) : La Intervención de Althuser. Revisiones y debates. Prometeolibros. Bs.As 2011.
- Kandel, E: Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente, GrupoArsXXI de Comunicaciones. Barcelona,2007
-Lacan, J: Intervenciones y textos.1. Manantial. Bs.As.1986
- Macadar, O: La neurociencia después de la década del cerebro. (2001)
-Pommier, G: Como las neurociencias demuestran el psicoanálisis.LetraViva.BsAs 2010
-Prigogine,I:El fin de las certidumbres, Ed Andres Bello, 1998

*Artículo publicado en Actualidad Psicológica: Psicopatologización de la Infancia .
 N° 416- Marzo 2013










Notas y referencias
[1] Macadar, O: La neurociencia después de la década del cerebro. (2001)
[2] Albrigh, T; Jessell, T; Kandel, E; Posner, M: Neurociencia. Un siglo de progreso y misterios que aún perduran. En Kandel, E: Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente, GrupoArsXXI de Comunicaciones. Barcelona,2007
[3] Ver: Cirulli F, Berry A and Alleva E.: Early disruption of mather-infant relationship. Effect on brain plasticity and implications for psycopathology. (2005)
[4] El psicoanálisis introduce formalizaciones conceptuales que dan cuenta de la necesariedad (en un sentido lógico) que tiene la presencia encarnada, de un agente materno; el ordenamiento simbólico que introduce la función paterna  para todo humano; la articulación de un tiempo lógico con un tiempo cronológico, para pensar la constitución de un sujeto de deseo.

[5] Joseph Lebeer MD PhD. Centre of General Medicine, Department of Medicine, Project Learning Enhancement. Universidad of Antweerp. Belgium Developmental Medicine & Child Neurology, 1998:40 (352-357)

[6] Kandel, E: Psiquiatría, psicoanálisis y la nueva biología de la mente, GrupoArsXXI de Comunicaciones. Barcelona,2007

[7] Ob cit.
[8] Ob.cit.
[9] Pommier, G: Como las neurociencias demuestran el psicoanálisis. Letra Viva. Bs.As.2010
[10] Ob.cit.
[11]Ver al respecto: Macadar O. “La neurociencia después de la década del cerebro”
[12] Al respecto sugiero leer: Mona Al-Qabandi, Jan Willem Gorter and Peter Rosenbaum: Early Autism Detection: Are We Ready for RoutineScreening? PEDIATRICS Volume 128, Number 1, July 2011
Downloaded from pediatrics.aappublications.org  Pediatrics; originally published online June 13, 2011