viernes, 29 de noviembre de 2013

"PROBLEMATICAS GRAVES EN LA INFANCIA" por María Cristina Rojas



Desde los años ´90 especialmente, comenzó la explosión y sobreabundancia de algunos diagnósticos del DSM, por entonces se difunde  a modo de epidemia el ya famoso ADD o ADHD, es decir, trastorno de desatención con o sin hiperactividad.  Momento en el cual nos vamos confrontando con una realidad epocal donde el niño que consulta deviene síndrome, más allá de su singularidad, y la familia se va transformando a su vez en familia etiquetada. Los propios padres se constituyen con frecuencia como padres del síndrome.
A esto se agregará años después el “boom” del TGD y hoy, intensificado por la propuesta del DSM5, parece abatirnos una pandemia de autismo. Dado que el DSM construye un muy amplio TEA, o sea Trastornos del espectro autista, buena parte de las problemáticas graves de la infancia se asimilan a autismo. La categoría de psicosis tiende a desaparecer.
 Epocas de uso y abuso de diagnósticos considerados absolutos y de fuerte implicancia predictiva. Se habla ya en EEUU  de 1 autista cada 50 niños, ¿cómo se llega a estas supuestas estadísticas impactantes? Seguramente designando como autistas a muchos niños que no lo son, cuestión que deviene en grave problemática, dado que dicho diagnóstico trastorna la vida familiar, altera las investiduras narcisistas y libidinales que son protagonistas de los procesos de filiación y somete al niño a multiplicidad de tratamientos que a veces consagran su estigmatización.
Quiero decir: sí hay niños que padecen autismo, pero NO al invento del DSM, trastornos del espectro autista
Hay niños desatentos y a veces también hiperactivos, pero esto no los constituye en un ADD o ADHD

Entonces, la 1ra cuestión que quiero plantear en relación con las problemáticas graves de la infancia es la cuestión del diagnóstico y en especial del sobrediagnóstico, que dentro de lo que venimos denominando procesos de patologización de la vida, parece por momentos considerar a la propia infancia como patología. Ninguno de los manuales clasificatorios, DSM, CIE 10,  etc., da cuenta de la multiplicidad del sujeto humano y de la inconveniencia de cristalizar en una etiqueta un psiquismo en construcción. Por el contrario, jerarquizo la realización de diagnósticos situacionales, que apunten no a la sustancia del sujeto sino a su modo de estar en ese momento en el mundo: “estar”, no “ser”.
Por otra parte, las categorías psicopatológicas del psicoanálisis van siendo revisadas y complejizadas, en relación con nuevos paradigmas del pensamiento, pero también a partir de  profundos cambios epocales que  fueron dando lugar a otras formas subjetivas y vinculares, otras familias, otras infancias. Lo que a su vez  da emergencia a formas novedosas del sufrimiento infantil. De ahí que nuestros espacios de reflexión acerca de la infancia han de tomar en consideración  las modalidades actuales de un sufrimiento que no necesariamente devendrá patología, síntoma cristalizado.
Se destaca constantemente  la importancia de los diagnósticos tempranos, punto valioso sin duda; no obstante, quiero señalar, “temprano” no es equivalente a  “apresurado”, sino a “oportuno”. Sin entrar de lleno en la temática de los criterios de detección y el “screening”, quiero sí fijar posición contra el apresuramiento que lleva a determinar como autista a un niño por ejemplo a través del CHAT, un cuestionario de 23 preguntas, realizadas por un observador supuestamente imparcial.
Diagnósticos tempranos y oportunos efectuados por equipos interdisciplinarios sí; diagnósticos apresurados no: con ellos y con la  vigencia del DSM5 que extiende aun el TEA, pronto podríamos llegar a cifras tan insólitas como un autista cada 5 ó 10 niños.
Dentro de esta problemática del diagnóstico no quiero dejar de mencionar que además de existir y expandirse cada vez más el sobrediagnóstico, quienes trabajamos en clínica y educación, pediatras, psicopedagogos, psicólogos, neurólogos, psiquiatras, docentes, en nuestros intercambios –y esto no está sostenido por estudios rigurosos sino por intercambios, visiones y consensos en distintos espacios - creemos percibir un supuesto incremento de patologías tempranas: muchos niños con trastornos de lenguaje, de la sociabilidad, del control pulsional,  es decir, afectados en aspectos de su construcción subjetiva…..Si esto fuera así, una pregunta pertinente sería ¿cuáles son las condiciones socioculturales- institucionales, familiares- de producción, cuáles  los rasgos epocales que lo favorecen? Temáticas para abrir, pensar y debatir.

Cuestión 2: sobre las condiciones de producción de las problemáticas graves de la infancia.
 En relación con esto, propongo un enfoque complejo, que desafía cualquier reduccionismo y desarma  binarismos.
Hay, ha habido conceptos que expresan modos psicologistas del reduccionismo: la madre “freezer” en el autismo, la histórica “madre esquizofrenógena”. Hoy, encontramos la fuerte vigencia de un reduccionismo biologista que va excluyendo o subordinando  toda otra condición.
Pienso en un sujeto encarnado que se va construyendo en el hacer con los otros y el mundo. Al mismo tiempo sujeto del inconciente, sujeto de sus vínculos, sujeto social.
Pienso en la operancia simultánea en cada caso de las series complementarias freudianas, que aun pueden ser complejizadas al considerarlas en simultaneidad  y afectación recíproca.
Los avances de las neurociencias parecen generar, desde ciertas interpretaciones, el incremento de las explicaciones neurobiológicas excluyentes. No obstante, en sus propios desarrollos aparecen distintos escritos que señalan la incidencia de las experiencias con los otros y el mundo en la configuración del cerebro y sus funcionalidades.
Condiciones neurobiológicas, vinculares (familia y otros grupos de pertenencia), y condiciones sociales epocales. Subjetividades y familias como producción sociohistórica en sus conformaciones generales, diversas uno a uno desde la perspectiva del Psicoanálisis.
Fundamentada en concepciones complejas, se abre paso la cuestión 3 que quiero enunciar, la que refiere a la producción de intervenciones subjetivantes, diferenciadas de los adiestramientos objetalizantes Por lo demás, las intervenciones no empiezan y terminan en y con el niño afectado, se extienden más allá de la piel, incluyendo al grupo familiar y otras posibles pertenencias.
¿Qué implican estas cuestiones epistemológicas en la clínica de las problemáticas graves de la infancia? Suponen la simultaneidad de los abordajes, no definidos a partir de un solo factor de origen. Destaco entonces que la sospecha o confirmación del daño orgánico no obviará las aproximaciones psicoterapéuticas al niño y sus redes de pertenencia.
La familia será considerada como espacio de trabajo psicoanalítico, no en tanto causa única y lineal de las problemáticas de la infancia sino como condición necesaria pero no suficiente.
Además, cuando un niño padece efectivamente algún grado de trastorno neurológico –u otras formas de discapacidad, motora, sensorial, otras- ello constituye una situación a veces de eficacia traumática, que afecta los recursos psíquicos de la familia, requerida a su vez de apoyo y tratamiento. Requiere de ellos un trabajo psíquico extra, para realizar las transformaciones que les permitan convivir con las nuevas condiciones e investir narcisística y libidinalmente al sujeto afectado. A partir de dicha diferencia pueden aparecer en el niño trastornos psíquicos relacionados con la alteración de las investiduras familiares y extrafamiliares.
El abordaje clínico de las problemáticas del psiquismo temprano requiere un amplio trabajo con la pareja parental y el conjunto familiar. En este ámbito ampliamos la mirada hacia lo transgeneracional, considerando historias y prehistorias y explorando otras vinculaciones familiares, lo cual nos descentra también de la relación padres-hijo.
A veces estas problemáticas ponen de manifiesto el impacto traumático de situaciones actuales que el grupo familiar no puede tramitar elaborativamente y emergen en el psiquismo en conformación. A través del trastorno temprano se expresan enunciados transgeneracionales situados más allá de la singularidad.
Y para ir terminando este 3er planteo, quiero señalar que un posicionamiento subjetivante implica lo que ya enfaticé, una mirada y abordajes complejos, pero también supone una lógica de la diversidad  ¿en qué sentido? En tanto trabajar con un niño  implica, además,  acompañar sus recorridos posibles, no el intento de configurarlo adecuado y consistente a alguno de los modelos epocales  de normalidad. Esta búsqueda de la adaptación y de que cada niño realice elevados ideales es hoy fuente de intensos sufrimientos que no son sin efectos.
Un posicionamiento subjetivante puede dar ocasión a la emergencia de sujeto donde no lo hay; a variaciones que abran nuevos cauces en las posibles afectaciones severas de la conformación psíquica. A sabiendas que no siempre se logrará con amplitud el objetivo docente o terapéutico, pero también que hay muchos más niños y familias con problemáticas reversibles y transformables que de los otros, si son tratados con las herramientas apropiadas en los momentos oportunos. Las lógicas deterministas, unicausales y reduccionistas suelen ser profundamente pesimistas.

Presentado en la Jornada “Problemáticas actuales de la infancia”, Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, (AAPPG) 2013
María Cristina Rojas: psicóloga psicoanalista. Miembro titular de AAPPG e integrante de Forum Infancias. Docente de posgrado de UBA y UCES